
CONSULARTiS
Academia Provincial de Dibujo
Un espacio inspirador
Iniciativas
de Futuro

Una renovada Academia Provincial de Dibujo, asienta su oferta educativa, convirtiéndose en un centro de enseñanza y creación artística totalmente actual, desarrollando técnicas de dibujo tradicional y contemporáneo, incorporando nuevas tecnologías adaptadas al ámbito digital del dibujo.
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Al curso académico anual se le suman, a su vez, un amplio abanico de actividades paralelas (exposiciones, publicaciones, clases magistrales, cursos temáticos y monográficos y talleres), que complementan y enriquecen el ciclo de aprendizaje ordinario, aportando variedad y nuevas dimensiones en la enseñanza del dibujo y sus múltiples aplicaciones hoy.

La Academia
del Consulado
BREVE INTRODUCCIÓN A SU HISTORIA
En los primeros días de octubre del año 1796 comenzaron las clases de dibujo -destinadas principalmente a los aprendices de oficios artesanales- en el sólido y elegante edificio del Consulado del Mar, proyectado por Manuel de Eraso y llevado a cabo por el maestro albañil Pablo Antón y su peonada.
Este edificio singular es el fruto, indudablemente, del tesón y el entusiasmo de varios consulares de la época, “ hombres ilustrados, de talante abierto, generoso y cultamente modernos”, tal y como los describe Alberto C. Ibáñez en su primordial estudio sobre la historia de la Academia. Consulares como el Marqués de Fuentepelayo, Atanasio Mª. Quintano, el Marqués de Lorca o Antonio Tomé, fueron algunas de las personas determinantes en todo el proceso hasta que llegó a su consecución; personas sin las cuales no hubiera sido posible la existencia de la Academia del Consulado y su sede.
No quisiera demorarme en exceso en la intrahistoria del edificio pero sí reseñar algunos datos curiosos; por ejemplo, decir que el costo del terreno ascendió a 3.000 reales, adjudicado ventajosamente por el Ayuntamiento de Burgos “vaxo el concepto de que NO se le ha de poder dar otro destino que el de la construcción de la referida casa para la Escuela de Dibujo”. O también que el montante total de la construcción del mismo ascendió a los 140.136 reales, que se corresponderían aproximadamente a unos 168 euros actuales.
Llegados a este punto es ineludible contar y hablar de cómo y qué se enseñaba en la Escuela de Dibujo. Mesas corridas se iluminaban con velas de sebo, cera o esperma de ballena (una vela por alumno cada tres tardes) alumbrando oscilantes los rostros y manos de unos sesenta y tantos aprendices y jóvenes entusiastas del dibujo.

Estos jóvenes, miles de ellos, casi siempre de pie, estuvieron realizando las mismas láminas -principalmente francesas-, las mismas manos, pies, nalgas, torsos, poses, etc,; idénticos modelos de escayola, paisajes, bodegones, ropajes y personajes históricos durante casi 150 años. Todo ello supervisado por profesores y enseñantes que seguían las reglas y observancias que emanaban de la Real Academia de Bellas Artes, organismo regulador del ámbito artístico durante décadas y centurias.
Sin embargo, y resumiendo en demasía la historia de la Academia del Consulado, a finales del siglo XIX y bien entrado el XX, los paradigmas artísticos se van modificando poco a poco. Varios de los artistas y profesores que están o han estado en la Escuela de Dibujo se deciden a ilustrar libros y revistas (El Heraldo, La Ilustración Española y Americana, La Revista Moderna, El Bazar, etc) para sacarse unas pesetas o un sobresueldo dados los escasos encargos y pocas ventas que se dan en el paupérrimo mercado artístico español de la época. Es el caso de Isidro Gil, Evaristo Barrio, Mariano Pedrero, Alberto Retes, Luis Manero o del mismísimo Marceliano Santa María.

Por todo lo anteriormente comentado se puede deducir que la visión más académica fue reduciéndose progresivamente para dar paso a modelos más cercanos a la realidad y a los movimientos artísticos imperantes. Así, se fueron implantando los bocetos tomados del natural -modelos, retratos, bodegones, e incluso paisajes de raigambre claramente burgalesa-. El uso de la tinta china, la plumilla y la aguada, aunque reservados a los alumnos más avanzados, se estimula convincentemente, aunque no hay que olvidar que la mayor parte de los dibujos se siguen realizando con lápiz, carboncillo, conté y sanguina. Las láminas de origen francés serán sustituidas a partir de 1970 y en adelante por las de Emilio Freixas, un claro reflejo del bajo nivel de los modelos académicos a seguir; las clases de composición y color serán potenciadas relativamente durante estos últimos años del siglo XX, hasta la llegada – en el año 2010 – de las enseñanzas del dibujo digital (2D y 3D), manteniendo, eso sí, la esencialidad del dibujo artístico tradicional y contemporáneo.
Carlos Sáez Sáez


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